Martín  Tanaka

Comentaba la semana pasada sobre la escasa expectativa respecto de las regionales y municipales del próximo 2 de octubre, y que esta se entiende perfectamente. El proceso de , que cumple 20 años, parece haberse vaciado de contenido; en este momento, ni los gobiernos regionales, ni los locales, están en condiciones de atender los problemas que más preocupan a los ciudadanos, y lo que sí pueden hacer responde más a los caprichos o intereses particulares de la autoridad de turno. Al mismo tiempo, en los últimos años, la política subnacional se ha poblado de liderazgos que ven en la política una oportunidad para desarrollar sus intereses privados y proyectos personales, con lo que las autoridades subnacionales se han visto seriamente cuestionadas por escándalos de corrupción y, al mismo tiempo, por la demostración de clamorosas fallas de eficacia en sus gestiones. Así, estamos atrapados porque, de un lado, el gobierno central queda “muy lejos” de las preocupaciones regionales o locales, pero, del otro, desconcentrar y descentralizar hacia estos ámbitos parecería un salto al vacío con consecuencias imprevisibles.

Y es que un eslabón fracturado particularmente crítico en esta historia es el debilitamiento no solo de las élites políticas nacionales, sino también de las regionales. Diversos trabajos han documentado el debilitamiento de estas; la otra cara del centralismo del que adolece nuestro país. El centralismo implica una distribución territorialmente injusta, pero es causa y consecuencia del debilitamiento de las élites regionales: no existen en la actualidad ni grandes poderes económicos capaces de levantar grandes propuestas de desarrollo; ni grandes centros de creación intelectual capaces de generar nuevas visiones o propuestas de país o, en todo caso, no capaces de competir con las que se producen desde el centro; ni grandes liderazgos políticos capaces de proponer una alternativa o recambio para los desprestigiados liderazgos del centro. En medio de este vacío, poderes económicos informales y liderazgos políticos precarios y personalistas han terminado ocupando el espacio. Nuevamente, no hay razones para extrañarse por el escaso entusiasmo ciudadano.

Frente a este panorama, en el que las poblaciones más excluidas tienden a sentirse cada vez más fuera del sistema político, la respuesta parece pasar por una aún mayor fragmentación del territorio. Centros poblados y comunidades pugnan por convertirse en distritos para asegurarse una renta mínima del presupuesto público, dado que este no sigue una lógica de beneficiar a la población más vulnerable. Con esta lógica, hemos terminado fragmentando en extremo nuestra lógica de gobierno y, al compás de esta, hemos hecho más grave el problema de liderazgo y capacidades. La realidad es que es imposible tener en todas las regiones, municipios provinciales y distritales, políticos, funcionarios, profesionales, proveedores y contratistas con una mínima solvencia que hagan posible que se lleven a cabo gestiones con grados mínimos de eficacia y honestidad. Este es un tema que Jaime de Althaus ha resaltado con acierto en su última columna en este Diario.

Urge repensar la descentralización con una lógica que contrarreste las tendencias que se han establecido en los últimos años. Esta elección podría ser el primer paso para la depuración de un número excesivo de partidos nacionales y movimientos regionales. Además, deberíamos incentivar, favorecer mecanismos como mancomunidades y asociaciones entre regiones y municipios para poder apuntar a servicios y acciones que cubran territorios contiguos. Fortalecer las regiones y municipios provinciales como espacios de coordinación territorial, y hacer que la reforma del sector público incluya a las regiones y provincias para poder atraer a buenos profesionales. Fortalecer las capacidades de investigación de las universidades en todas las regiones, para lo que muchas veces ya existen los recursos necesarios. Claro que todo esto requiere de un compromiso e interés que ni el actual liderazgo en el Ejecutivo, ni en el Congreso, ni aparentemente tampoco en las regiones o municipios, está particularmente presente. La discusión sobre la necesaria reforma de la descentralización debe surgir desde la sociedad y desde los liderazgos políticos responsables.


Martín Tanaka es profesor principal en la PUCP e investigador en el IEP