"Los periodistas también pueden ser criticados, pero ello no es excusa para que el más alto funcionario del Estado no rinda cuentas a la población ni para que sus adláteres jueguen a hacerse las víctimas" (Foto: Facebook Guido Bellido).
"Los periodistas también pueden ser criticados, pero ello no es excusa para que el más alto funcionario del Estado no rinda cuentas a la población ni para que sus adláteres jueguen a hacerse las víctimas" (Foto: Facebook Guido Bellido).
Andrés Calderón

Aunque muchos alegan que gobierna al Perú en la sombra, es realmente quien administra el Ejecutivo desde la oscuridad. Pese a la gran cantidad de cuestionamientos que despiertan sus primeros nombramientos, el presidente de la República sigue negando a la población la oportunidad de conocer sus motivaciones. Al rechazar entrevistas y conferencias de prensa –postura que mantiene desde meses antes de la segunda vuelta electoral–, Castillo le da la espalda a la ciudadanía a la que se debe.

Frente al mutismo del mandatario, , el primer ministro, y Cerrón, el secretario general del partido de gobierno, Perú Libre, han dado recientes entrevistas que ilustran que el aislamiento mediático no es un antojo de Castillo, sino una estrategia partidaria. El tenor de las afirmaciones de Bellido y Cerrón, y el disfuerzo con el que las pronuncian parecen atestiguar, pues, que el aparente laconismo de Perú Libre es más bien una puesta en escena.

Para quienes asemejan las entrevistas periodísticas con encuentros pugilísticos, Bellido “se paseó” con el periodista Enrique Castillo de Canal N. En cambio, para quienes buscamos respuestas del entrevistado, la ‘performance’ de Bellido en televisión nacional fue una exhibición de contorsionismo y ramplonería.

La mayoría de alocuciones de Bellido esquivaban las interrogantes de su interlocutor con vaguedades del tipo “es algo que se debe evaluar” o “es una decisión que tomará el presidente en su momento”. Pero quizá un poco más de nitidez se pueda hallar en la actitud burlesca –cuando no, grosera– que mostraba el funcionario con el conductor de Agenda Política.

“O sea, ya se pone en la posición de Keiko […] usted se pone en ese plan”, “se está molestando, ¿creo? Señor Enrique, por favor, no es bueno molestarse”, “yo me bañé en aceite para que todo lo que usted pueda decir […] no me va[ya] a afectar”, “no se ponga en modo víctima”. Bellido acudió a estas y varias otras expresiones de similar calibre para incordiar al hombre de prensa, aderezadas con una risa chacotera. Una falta de respeto que trascendía al entrevistador y se posaba sobre la teleaudiencia.

El jefe del Gabinete Ministerial confirmó, además, que la posverdad es el recurso más sencillo del político incomodado por la realidad. Así, puso en tela de juicio un reciente sondeo de Ipsos que arrojaba que el 84% del público consideraba a Vladimir Cerrón una mala influencia en el gobierno. “Tomar las encuestadoras para generar una opinión es gravísimo. Ese es un error garrafal”, manifestó.

Cerrón hizo lo propio cuando fue entrevistado por el portal noticioso . Arremetió contra el mensajero para obviar el mensaje: “¿Quiénes financian a las encuestadoras para que ellas puedan operar? ¿No son los grupos de poder como El Comercio, por ejemplo?”. Y añadió una no tan sutil amenaza: “esas encuestadoras en cualquier país enteramente democrático debieran haber sido vetadas hace mucho tiempo y proscritas. Y todos sus actos declarados nulos”.

Desde esta columna, hemos sido consistentemente críticos con el rol menos que objetivo que desempeñó parte de la prensa peruana durante y después de la segunda vuelta. Los pecados de unos, sin embargo, no convierten en santos a los otros. Las actitudes agresivas de Bellido y Cerrón contra los medios de comunicación en general, y el silencio opaco de Castillo, deben ser rechazados por cualquier persona que defienda la libertad de prensa. Los periodistas también pueden ser criticados, pero ello no es excusa para que el más alto funcionario del Estado no rinda cuentas a la población ni para que sus adláteres jueguen a hacerse las víctimas.