Por Yaku y Wayra, por Irma Montes Patiño
Por Yaku y Wayra, por Irma Montes Patiño
Irma Montes Patiño

La perturbadora situación de los delfines –‘agua’ y ‘aire’ en quechua– es un vivo ejemplo de la ineficiente normativa de nuestro país cuando se trata de legislar sobre los derechos de los animales. La pareja de delfines vive en cruel cautiverio desde 1997 y hace casi cuatro años fue trasladada del a una poza en La Herradura, Chorrillos. Fueron traídos al Perú a fines de los noventa con un permiso “especial”, importados de México, pero capturados ilegalmente en Cuba, país donde se promueve este tipo de lucrativa actividad y donde las palabras ‘encierro’ y ‘cautiverio’ simbolizan restricción de libertad no solo para el hombre sino hasta para inocentes animales. 

El tráfico de vida silvestre es uno de los grandes desafíos globales y el tercer crimen organizado mundial después de las drogas y armas. Según , “métodos utilizados para capturar animales para el comercio ilegal pueden ser terriblemente crueles”. Tan cruel como el trato dado a Yaku y Wayra, que fueron el incomprensible atractivo del hotel Los Delfines de San Isidro y generaron constantes protestas de los defensores de los animales nacionales e internacionales. Poco a poco creció la sensibilidad sobre las especies en cautiverio y estos dos simpáticos mamíferos marinos terminaron en el eufemísticamente llamado Delfinario de La Herradura (una poza hoy sin acceso al público ni prensa).

En 1996 el entonces les facilitó a los hermanos Levy, dueños del hotel –y además luego responsables de la vergonzosa quiebra del banco Nuevo Mundo– traer estos animales con la Resolución Ministerial 588-96-PE, que establecía curiosamente a la especie ‘Tursiops truncatus’ como “único cetáceo que puede ser mantenido en cautiverio en el país”. Así, los señores Levy tendrían a sus dos ‘Tursiops truncatus’ exhibiéndose en su hotel.

En el Perú mucha normativa tiene nombre propio y esa parece haber sido una de ellas. Otras normas se contraponen, son inaplicables, ineficientes o de difícil fiscalización. Se supone, por ejemplo, que el Decreto Supremo 002-96-PE requiere la autorización del Ministerio de Pesquería (hoy bajo Produce) para permitir el cautiverio “con fines de investigación, recreación y difusión cultural” de mamíferos marinos. Hoy Produce le lanza la papa caliente de evaluación de condiciones del cautiverio al recientemente operativo Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), según Ley 29673.

Son además demasiadas las instituciones con funciones y competencias en el asunto de los inocentes Yaku y Wayra: , Minam, Imarpe (bajo Produce), Minsa y el propio Congreso, que sin reglamentar la Ley 27265 (Ley de Protección a los Animales Domésticos y a los Animales Silvestres Mantenidos en Cautiverio) no cumple con hacer efectivas las intenciones de esta ley promulgada ya a fines del gobierno de Fujimori, que declaró entonces de “interés nacional la protección a todas las especies de animales domésticos y de animales silvestres mantenidos en cautiverio, contra todo acto de crueldad causado o permitido por el hombre, directa e indirectamente, que les ocasione sufrimiento innecesario, lesión o muerte”.

Se sabe que Wayra mató a una de sus crías y que otras dos no sobrevivieron. Quizá por intuir que, paradójicamente, a ellas les faltaría justamente eso para sobrevivir: el “agua” y el “aire” en libertad. Es momento de legislar con la mano en el corazón y no en los bolsillos, señores congresistas.