Para desmenuzar la idea de democracia que algunos conservamos y sacamos a relucir cuando salimos con pancartas a exigir el cierre del Congreso o pedimos la destitución del mandatario de turno, muchas veces poniendo la condicional de que las cosas se pueden tornar peor en caso de que las exigencias no sean cumplidas, no es necesario recurrir a términos filosóficos.

Algunos podríamos decir que desde la presión social de las protestas del 2020 la población peruana se ha empoderado y presiente que, a través de la movilización social, no existirá gobierno lo suficientemente firme como para aguantar a la turba; sin embargo, tendríamos una deuda con otros mandatarios en la historia republicana.

“Zapatillas listas” fue aquella frase que la oposición resignada condicionó a la elección de Pedro Castillo, frase que nos invita a reflexionar sobre el pensamiento colectivo de algunas personas que infieren que, a través de la protesta, se puede alterar el orden constitucional o político de nuestros poderes del Estado y que esto aún sería un valeroso acto de democracia y gobierno del pueblo. Este pensamiento no puede ser más equivocado, ya que la democracia debe seguir la naturaleza de una voluntad general que requiere formalidades.

Además, la voluntad general obedece un debido orden constitucional e institucionalidad de los poderes del Estado, pero ¿qué es lo que sucede cuando la democracia no obedece formalidades, orden constitucional ni institucionalidad? Pues la democracia se degenera y recae en oclocracia, que surge cuando la democracia se mancha de ilegalidad, se desnaturaliza la voluntad general convirtiéndola en la voluntad de algunos o en “la tiranía del gentío”. Esta puede estar reflejada en movilizaciones de turbas violentas, incluso en jalones de cabello a mandatarios, como lo hemos visto recientemente.

Claramente sin emitir un juicio de valor sobre si el motivo o razón de las protestas es justo, solo sé que la labor de todos ahora es aprender a aceptar la voluntad general, manifestarnos pacíficamente ante los desacuerdos y entender el sentido de la democracia, sin agredir a nuestros jefes del Estado en forma de protesta.

José Ignacio Tejada Pino es estudiante de Derecho de la Universidad Católica Santa María de Arequipa